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Una nueva Colombia digital

 

M. A. BASTENIER

La Fundación Euroamérica celebró a  principios de octubre en la capital bogotana un seminario de dos días, en el que estuvieron presentes destacadas personalidades españolas e internacionales, así como una representación de primerísima línea del gobierno, expertos y universidad colombiana sobre democracia y gobernabilidad, en el marco de un gran plan de desarrollo económico del país. Y Colombia, como subrayó en la inauguración Benita Ferrero-Waldner, excomisaria europea, y presidenta de Euroamérica, ha experimentado en 2010 un crecimiento de un 120% sobre el año anterior en conexiones de Internet, de las que un 40% provienen de teléfonos móviles. Tiene ya Colombia, como en el  mundo desarrollado, más teléfonos portátiles que habitantes. Y son 45 millones los colombianos.

El vicepresidente Angelino Garzón hizo el despliegue de esa nueva Colombia. Con entusiasmo, pero sin triunfalismo. El político, al que muchos consideran la caución de izquierda del Gobierno del presidente Santos, iba desgranando pausadamente, como quien pesa cada palabra en su estilo tan personal, todo un rimero de cifras. Más de 9.000 millones de dólares (unos 6.500 millones de euros) de inversión extranjera y unas exportaciones por valor de 40.000 millones (cuando menos 30.000 millones de euros) solo en lo que va de año. Pero ese entusiasmo tenía que cotejarse con aquello para lo que sirve la riqueza más o menos sobrevenida; para combatir, como dijo Garzón, la inequidad social, que en Colombia, como reconoció el vicepresidente, sigue siendo muy grande. Un país que ha venido creciendo en democracia, pese al conflicto con la guerrilla de las FARC, sólo podía aplicar, como recalcó, una única receta para el éxito: “democracia y más democracia”. Y para los ‘connoisseurs', lanzó una pulla al jefe del Estado anterior, Álvaro Uribe, aludiendo a su conocida capacidad de dividir y enfrentar al personal: “En nuestro mandato no perseguimos a nadie, obrando en el máximo respeto a la diferencia”. Se refería, sobre todo, a las graves desavenencias del entonces presidente con el poder judicial.

Público asistente al Foro

Y entre las cosas que el vicepresidente subrayaba había una que puede cambiar la faz de Colombia. La ley de reparación y restitución de tierras, que si se lleva plena o incluso pasablemente a efecto, supondrá la devolución a sus legítimos propietarios, hoy desplazados sin hogar, ni casi medios de vida, de varios millones de hectáreas –la cifra máxima que se baraja es de seis millones- que les fueron arrebatadas por paramilitares, guerrilla y bandoleros en general, muchos de los cuales hoy están aposentados como señores de horca y cuchillo ejerciendo un despótico poder en gran parte del país. En un aparte con quien esto escribe, el propio presidente Santos, que hizo de anfitrión en el banquete de clausura, admitió que los próximos 12 meses serán cruciales, y que en ellos tendrá que verse como avanzan tan magníficos propósitos reformistas, para que la ciudadanía le siga sosteniendo con índices de apoyo superiores al 80%. Con coqueta ironía, relató en su discurso de cierre que le decía  a sus hijos que de ahí “solo podía ir para abajo”. Juan Manuel Santos asumió el cargo el 7 de agosto del año pasado. Hace poco y mucho tiempo a la vez.

Pero en ese panorama de una nueva Colombia la ‘biodiversidad' de planes y mejores intenciones casi no conoce límites. La alcaldesa de Bogotá, la izquierdista –Polo Alternativo Democrático- Clara López que sustituía interinamente al titular, Samuel Moreno, acusado de gravísimas irregularidades económicas, presentaba a la capital como el marco perfecto para empresas y negocios, verdadero centro neurálgico de América Latina, a igual distancia de Miami en Florida y Buenos Aires en el cono sur, y con más de 800 multinacionales representadas en la gran urbe de siete millones de habitantes. Cuando hablaba de la construcción del metro de Bogotá, sobre el que se ha opinado profusamente a favor y en contra, no parecía que la alcaldesa estuviera a punto de dejar el cargo, porque el 30 de octubre se celebrarán elecciones provinciales y municipales, y su partido no parece tener ninguna posibilidad de retener la alcaldía.

La mesa en la que se contemplaban las reformas necesarias para afianzar el tan mentado desarrollo y que dirigía Emilio Cassinello, vicepresidente de Euroamérica, y presidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz, fue la primera en la que se registró alguna matización a tanto entusiasmo.

El economista español Juan Iranzo recordó las posiciones vetero-izquierdistas de la antigua CEPAL, poniendo en entredicho la famosa teoría de la dependencia de Samir Amin. Iranzo negó que en el subdesarrollo latinoamericano fueran de importancia los factores exógenos, lo que quería decir el dominio del capital extranjero y la explotación que se supone que infligía al continente iberoamericano el gran vecino del Norte. Muy al contrario, afirmó que el crecimiento o su carencia dependían enteramente de factores endógenos, de forma que para vencer al subdesarrollo Colombia tenía que jugar a favor de las ventajas que presentaba la globalización, y convertirse en el mejor “alumno global”,  capaz de crear un marco “amable a la inversión”, cuyos pilares serían: a) Seguridad jurídica; b) Seguridad física de personas y bienes; c) Lucha contra la corrupción; d) Sostenibilidad del modelo; y e) Modernización y aprovechamiento de las nuevas tecnologías de la información. Un largo camino a recorrer.

Benita Ferrero-Waldner, Presidenta de la Fundación Euroamérica, recibe al Presidente de la República de Colombia, Juan Manuel Santos

El representante del ministerio de Hacienda colombiano, Andrés Restrepo, cifraba el PIB per capita de su país para 2012 en 7.700 dólares (más de 5.500 euros) y la inversión prevista en ese año de al menos un 5% del PIB, con un aumento de la producción y competitividad que permitieran crear 700.000 puestos de trabajo sobre la base de un crecimiento sostenido entre 2011 y 2012 superior al 7%. Guarismos que harían soñar a Europa, incluso en tiempo de bonanza económica, no digamos con el azote de la crisis.

El contrataque de la realidad lo asumía con delicadeza pero también decisión, el costarricense Rodrigo Chávez, en nombre del Banco Mundial. Había, dijo, 1) Un grave déficit de integración social, con 16 millones de colombianos por debajo del umbral de la pobreza, de los que cinco millones vivían en la miseria; es decir, con menos de un dólar diario de ingresos; 2) El mayor grado de desigualdad de toda América Latina, solo exceptuando a Haití, y el séptimo por la cola a nivel mundial; y 3) El sector informal, que se suele contabilizar en Colombia como forma de empleo, -venta de todo tipo de insignificancias por la calle- era extensísimo y carecía absolutamente de  movilidad social: cambio de ocupación hacia arriba. Concluido ese fuego graneado, Chávez se esforzó por encontrar puntos positivos en la extensa panoplia de reformas que el Gobierno planteaba, pero su eventual éxito deberá verificarse durante esos 12 próximos meses de los que hablaba Santos. Y en una línea más técnica y por ello más digerible, Juan Carlos Ramírez de la misma CEPAL, subrayaba que Colombia sufría de una “débil inserción regional”, lo que hacía aconsejable la práctica de un “regionalismo abierto”, o en otras palabras el fomento del comercio con sus vecinos. A ello podría contribuir, sin embargo, la reciente aprobación por el Congreso de los Estados Unidos del TLC, el tratado de libre comercio que Colombia llevaba cinco años esperando, y que puede convertir al país en un mercado más atractivo a la vez como suministrador y cliente para toda la región. Sus palabras podían interpretarse, con el acento cargado en la necesidad del gasto en educación e infraestructuras, como mesuradísima réplica socialdemócrata a críticas anteriores.

Germán Cardona, del ministerio de Transportes colombiano, contabilizaba 25 carreteras en construcción para un total de 4.800 kilómetros de trazado, en un país, en el que los naturales cuentan las distancias en tiempo y no en kilómetros, con bajísimos promedios de velocidad, debidos a la mala calidad de los firmes y la estrechez de las vías. Para ir de Cartagena a Barranquilla, unos 150 kilómetros, se tarda la mayor parte de dos horas. Y a tanta obra habría que sumar próximas licitaciones por otros 10.000 kilómetros, así como vías férreas, en una Colombia que carece virtualmente de tendido ferroviario, por 2.800 kilómetros. Sergio Díaz Granados, del ministerio de Comercio, fiaba, por su parte, el crecimiento a una mayor integración regional, que creara una especie de club, extendido a las cuencas Pacífica y Atlántica, con intercambios “blindados”, entre sus miembros. En ese sentido, el venezolano Antonio Sosa de la CAF, consideraba imperativo que el Estado supervisara la construcción de las obras públicas, y Carolina Ramírez, en nombre de la Cámara de la Construcción colombiana pedía un marco de contratación eficaz, junto a la necesidad de asumir unas competencias de gerencia pública, lo que calificó de “todo un reto” para la administración. Pilar Morán del ministerio de Fomento español y Antonio Rodríguez Barberán, de Airbus, destacaban la capacidad de asesoría y apoyo técnico que ambos organismos podían prestar en ese terreno. Finalmente, Fernando Salazar, del ministerio español de Comercio Exterior, daba un dato tan alentador como significativo: al sector correspondía, incluso en estos años de estancamiento, un 0,7% del  crecimiento nacional, y sostenía 83.000 puestos de trabajo solo en Colombia.

El almuerzo contó con la intervención de la ministra española de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, que, tras su presentación por Germán Jaramillo (director de CAF en Europa), habló sobre la importancia de la investigación y la tecnología en el mundo actual.

Las relaciones entre la UE (muy en particular de España) y Colombia solicitaron la nueva intervención de Benita Ferrero, que destacó el permanente apoyo europeo a todos los gobiernos bogotanos, que deberá culminar, como recalcó el eurodiputado del PP José Ignacio Salafranca, con la aprobación en el parlamento de Bruselas del TLC con el país latinoamericano. La vicepresidenta segunda de las Cortes, la diputada Ana Pastor, también del PP, asumió un discurso más tradicional, con referencia a los Bicentenarios de la independencia de América Latina, y la constitución española de 1812, aprobada en las Cortes de Cádiz.

La Innovación fue uno de los temas estrella de la reunión. Diego Molano, ministro colombiano de Tecnología y Comunicaciones, estableció algunas interesantes asociaciones. El crecimiento de Internet en cualquier parte del país se traducía, dijo, en un descenso proporcional de la pobreza. Así, en la clasificación de modernidad informática Colombia, que en 2008 se hallaba en el 68 lugar mundial, había ganado este año diez posiciones para subir al 58, solo superada en América Latina por Chile y Brasil. Pero no dejaba por ello de reconocer que la fortísima expansión digital, a la que ya había aludido la señora Ferrero –nacida austriaca, pero española por matrimonio y convicción- estaba muy desigualmente repartida. En Colombia se hace una curiosa clasificación de hogares en estratos por capacidad adquisitiva y en los más altos, cinco y seis, se concentraba el 92% del hardware, mientras que en el estrato dos la cifra caía a la insignificancia, al tiempo que tan solo un 8% de hogares tenía banda ancha. De igual forma, todas las grandes empresas contaban con conexiones de red, mientras que únicamente el 7% de las microempresas, aquellas con menos de 10 empleados, lo estaban. Molano, que compartía mesa con los representantes de Telefónica, Abertis Telecom y GMV, Alfonso Gómez Palacio, Eladio Gutiérrez y Luís F. Álvarez-Gascón, respectivamente, ponderó el llamado plan Vive Digital, puesto en marcha el año pasado, que quiere guiarse por un principio de tan flexible como útil aplicación: “El mercado hasta donde sea posible, y el Estado hasta donde sea necesario”. Socialdemocracia a la medida del usuario. Y con ese plan se cuenta con cuadruplicar en los tres años que restan de mandato las 2,2 millones (en Colombia dicen dos, punto, dos) de conexiones de banda ancha, y pasar del 7% de pequeñas empresas con acceso a la misma, a un 50%.

Tomás González, viceministro colombiano de Minas y Energía, aplicaba los mismos baremos de crecimiento a la explotación petrolera, con la que Colombia es capaz de autoabastecerse y aún exportar cantidades apreciables de crudo. La producción actual es de 850.000 barriles diarios, pero los planes de expansión cuentan con elevar esa cifra a 1.150.000, de aquí  2014, año medular porque en agosto concluirá el primer mandato de Santos. Todo lo anterior obligará a una inversión de 6.500 millones de dólares (algo menos de 5.000 millones de euros) en oleoductos, con objeto de duplicar la capacidad de transporte, así como la modernización y construcción de puertos y carreteras. La minería es asimismo otro gran reto no solo en lo tocante a la tradicional explotación aurífera o esmeraldera, sino en metales muy valiosos para la industria de alta precisión, con lo que el sector contempla que las “regalías” –ingresos netos o rentas en castellano poscolonial- superen pronto los 100 millones de dólares anuales (unos 75 millones de euros).

Emilio Cassinello, Vicepresidente de la Fundación Euroamérica, saluda y conversa con el Presidente Santos, en presencia de la Ministra Garmendia

Elvira Álvarez de Buergo, representante de Repsol, subrayó el compromiso de la petrolera española con la utilización responsable de recursos naturales y eficiencia energética. La empresa, que está presente en 28 países tanto en la exploración y producción como en el refino y la investigación sobre alternativas energéticas sostenibles, basa su éxito en la capacidad de adaptación de su modelo de negocio a las expectativas creadas y a los distintos grupos de interés en cada país. Álvarez de Buergo afirmó que la estrategia para potenciar el sector minero-energético colombiano debía operar sobre tres áreas básicas: promoción de la inversión nacional y extranjera; consolidación de ‘clusters' basados en bienes y servicios de alto valor agregado; y diseño de políticas para hacer frente a los retos derivados del eventual auge de esos recursos naturales.

Íntimamente ligado a todo lo anterior se plantea el aprovechamiento integral de la extraordinaria capacidad de comunicación que ofrece el gran río de Colombia, el Magdalena, que desemboca en el Caribe desde su nacimiento en las áreas naturales más bellas y agrestes del país, a más de 900 kilómetros al sur. El director de tan magnífico empeño es Augusto García, que sirvió como ministro encargado en la embajada de Colombia en Madrid hasta la primavera pasada, y que tiene muy claro lo decisivo y colosal de la obra. La vía de agua ya es navegable en unos 700 kilómetros, pero en ese recorrido omite grandes puntos de carga como Bogotá y Medellín, lo que hace medio inútil  parte de la obra realizada en el pasado. Con la plena navegabilidad del gran río se espera que el acarreo de mercancías que hoy es de unos dos millones de toneladas al año, pase en 2014 de seis millones. Y hay que entender que su potencial de transporte anual es siete veces mayor que la red viaria, donde es también varias veces más costoso el transporte. El proyecto se encuentra ya en su Fase III, en la que llevaba años acantonado, puesto que en la constitución de 1991 ya se programaba con presunta urgencia la transformación del Magdalena. Y ello significa que se cuenta con planos perfectamente detallados de las obras que hay que llevar a cabo, a falta únicamente de la decisión política, que hoy parece más que efectiva, y la inversión necesaria, que los poderes públicos aseguran que son capaces de movilizar con el concurso de la iniciativa privada. Los trabajos costarían unos 675 millones de dólares (500 millones de euros), cuando transportar el volumen equivalente de mercancías por tierra no bajaría anualmente de 2.500 millones de dólares (1.800 millones de euros). El baile de cifras es impresionante, pero no mayor que el aparente entusiasmo con que el equipo del presidente Santos parece capaz de medirse a la tarea.

Ironizan algunos santistas que allí donde Uribe recorría el país preguntando a granjeros y rancheros –como esta última es su condición- cuanta leche habían dado las vacas aquella mañana, o cuanta producción hortofrutícola se esperaba para la cosecha, los enviados de Juan Manuel Santos hablan de PIB, Biotecnología, y autopistas del conocimiento. Pero, sin duda, deberán traducir para muchos de sus interlocutores a lenguaje más terrenal los estupendos planes y realizaciones con que quieren amueblar el futuro.

El presidente Santos dijo en el almuerzo de cierre de los actos que “cuando uno no sabe a dónde va, todos los vientos son desfavorables”. Pero que “Colombia sí que conocía su destino”. Ahora solo falta que se percaten los colombianos.