Aquejado de sus propios males, el Cine Iberoamericano ha caído en terapia intensiva. La Covid-19 ha profundizado su estado, poseedor de una historia clínica ya tambaleante. En el marco de una pandemia universal, nuestra industria cinematográfica ha mostrado sus fisuras. Una producción nutrida, pero desigual es tan sólo la punta del iceberg que bajo la superficie muestra otros síntomas.

En 2020, un año que no ofreció tregua alguna a las economías del mundo, el Cine Iberoamericano registró 409 estrenos entre largometrajes de ficción y documentales. Tales estrenos acreditaron un cine que estuvo sin estar, con poco más de 20 millones de espectadores en salas. El cierre global de salas es un síntoma que no puede eludirse en el análisis. Tampoco la salud de nuestras economías. La salud del cine tiene que ver con la salud de los países.

En 2020, la crisis ha mostrado la vulnerabilidad del Cine Iberoamericano y el modelo que le ha sostenido hasta ahora.