Fundación Euroamerica

La Fundación Euroamérica es una organización para fomentar las relaciones entre Europa y América

Coloquios 2015-2017

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Artículo de Fernando Carrillo

Abogado colombiano, fue Ministro de Justicia y del Interior en Colombia y Embajador de su país en España, donde su carisma y buen hacer dejaron huella. De vuelta a Bogotá, sigue manteniendo una excelente relación con la Fundación Euroamérica, habiendo participado en el III Foro Colombia-Unión Europea: Mirando al Futuro que la Fundación celebró en Bogotá (mayo de 2016).

Incluimos su artículo “Las nuevas generaciones y la paz de Colombia” que, a petición de la Fundación Euroamérica, el Sr. Carrillo ha escrito y en el que quiere resaltar el protagonismo de la nueva generación de jóvenes colombianos en este proceso de paz.

Las nuevas generaciones y la Paz de Colombia

Fernando CarrilloEl plebiscito de 1957, la Séptima Papeleta de 1990 y el plebiscito de 2016 son tres hitos históricos entrelazados en la búsqueda de la paz en Colombia. Ciclos que, como decía Ortega y Gasset, son marcas de tres generaciones cuyas diferencias cronológicas apenas sobrepasan el cuarto de siglo entre unas y otras. La generación de nuestros abuelos y padres; la nuestra y la de nuestros hijos, revelan el ímpetu valiente, pacifista y transformador de varias generaciones.

La Generación del Frente Nacional, la Generación de la Constituyente y la Generación de la Paz son tres actores, en épocas distintas, buscando el mismo objetivo para silenciar los fusiles y ampliar la democracia. Todas se estrenan en el uso de la razón política con tres consultas populares dirigidas a poner fin a un conflicto armado: la violencia política de liberales y conservadores de los años cincuenta; la de guerrilleros, narcotraficantes y el crimen organizado de los noventa; y la insurgencia, feroz y cincuentona de las Farc, que deberá expirar con el plebiscito del próximo 2 de octubre.

Ese día nadie puede faltar a la cita con la historia, un momento cumbre en el que serán protagonistas, no quienes aún pueden contar con entusiasmo su participación en las urnas en aquel domingo de diciembre de 1957 que dio la bienvenida al voto femenino y al Frente Nacional; ni quienes vibramos con el bautizo político de la Séptima Papeleta, en otro domingo de 1990, para abrir las puertas a la Constitución de 1991; sino quienes tienen la responsabilidad gigantesca de ser la generación de la paz, la que deberá clausurar para siempre el ciclo sangriento de las Farc como aparato armado.

Ese es el gran desafío que se le presenta hoy a los jóvenes -estudiantes, obreros, campesinos, empresarios-. Los millennials tienen en sus manos la llave que clausurará la puerta de la guerra y las respuestas a las preguntas que han atormentado a varias generaciones por décadas. Es su oportunidad de hacer historia y cambiar la historia, cerrando el capítulo que le quedó pendiente al Frente Nacional y a la Constituyente. Su apoyo a la paz dejará para siempre en el olvido el falaz argumento de que las balas valen más que los votos, y de que la violencia es arma poderosa de cambio social. Además, le arrebatará a los violentos la bandera de la lucha contra la desigualdad.

Porque si la desigualdad es la falla geológica de la política en realidades como la nuestra, los nuevos liderazgos estarán en manos de quienes tengan la visión de encontrar políticas eficaces contra ese mal. Allí, por ejemplo, todas las caracterizaciones de los millennials demuestran el valor extremo que le otorgan al trabajo por el interés público, con una sensibilidad social bien pronunciada hacia los menos favorecidos.

Ser joven es ser irreverente. Ser joven es defender con coraje principios y valores que le dan contenido ético a lo público y a lo privado. Ser joven es una oportunidad de dejar huella. Hoy más que nunca la historia exige ser irreverente frente a la guerra y ser contestatario frente a quienes ofrecen un pasado de dolor como esperanza.

Las manifestaciones contra la dictadura en los cincuenta y la Marcha del Silencio de los estudiantes después de los magnicidios en 1989, fueron protagonizadas por jóvenes que no aceptaron la imposición de la opresión y la fuerza cobarde de las armas. Muchas generaciones han buscado ese objetivo por la vía legítima de los votos y las reformas sociales. Hoy tres fechas, tres generaciones y tres decisiones históricas distintas confluyen en una sola búsqueda de la paz.

Fernando Carrillo

Ex Embajador de Colombia en España

y Ex Ministro de Justicia, y de Interior, Colombia

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Artículo de Shlomo Ben Ami. Centro Internacional de Toledo para la Paz

El Centro Internacional de Toledo para la Paz es una institución que contribuye a la resolución de conflictos y al acercamiento entre las partes enfrentadas a través de la mediación y de la formulación de propuestas políticas alternativas.

Emilio Cassinello, Vicepresidente de la Fundación Euroamérica y Director del Centro Internacional de Toledo para la Paz (que participó en el  III Foro Colombia-Unión Europea celebrado en Bogotá, el 26 y 27 de mayo de 2016) desea compartir el artículo que Shlomo Ben Ami, Vicepresidente del CITpax y Asesor Internacional en el Proceso de Paz, escribió para Project Syndicate el pasado mes de agosto.

El regalo de Colombia al mundo

ShlomoTras cuatro largos años de conversaciones en La Habana (Cuba), el presidente colombiano Juan Manuel Santos negoció un final al conflicto armado que sucesivos gobiernos libraron con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la guerrilla más resistente de América latina. Se calcula que la guerra civil colombiana, que duró seis décadas, provocó la muerte de unas 220 000 personas y el desplazamiento de seis millones. Ponerle fin fue una notable hazaña diplomática, que hace a Santos merecedor del aplauso mundial. Debería ser, de lejos, el principal candidato al Premio Nobel de la Paz de este año.

Tres importantes factores condujeron al acuerdo de paz: la mejora operativa de las fuerzas armadas colombianas, que les permitió diezmar las filas de las FARC; el trabajo diplomático previo de Santos para arreglar las pasadas desavenencias de Colombia con el eje formado por sus vecinos Venezuela, Ecuador y Bolivia, que durante mucho tiempo dieron a las FARC apoyo logístico y político; y la nueva política cubana de reacercamiento a los Estados Unidos, que Santos supo poner al servicio de sus propios esfuerzos de pacificación.

Logradas las condiciones para negociar, lo siguiente que tenía que encarar Santos era la causa original del conflicto. Para ello, en junio de 2011 firmó, en presencia del secretario general de las Naciones Unidas Ban Ki-moon, una ley sobre reconocimiento y reparación a las víctimas y restitución de tierras. La ley fue un hito que en un solo acto pacificó regiones violentas, hizo justicia a millones de campesinos desposeídos, mejoró radicalmente los niveles de vida y le quitó atractivo a un grupo guerrillero que usó la bandera de la reforma agraria para justificar incontables atrocidades. Incluso se ganó el elogio de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia, por sus cláusulas especiales en relación con las mujeres y los niños sobrevivientes de violaciones a los derechos humanos, y las víctimas de discriminación sexual.

Esta ley, aunque imperfecta, ayudó sin duda a sentar las bases de la paz y la reconciliación nacional en Colombia. Incluso el mismísimo exjefe de las FARC, Alfonso Cano (nom de guerre de Guillermo Sáenz Vargas) lo reconoció en 2011.

Inevitablemente, el régimen de justicia transicional empleado por el gobierno de Colombia para poner fin al conflicto y reintegrar las FARC al proceso político colombiano tiene algunos detractores y dividió al electorado en aquel país. El expresidente Álvaro Uribe se ha convertido en voz cantante de quienes se oponen al acuerdo de paz con el argumento de que no castiga suficientemente a los milicianos de las FARC.

Sin embargo, el acuerdo firmado en La Habana es histórico e innovador, porque hace hincapié en la búsqueda de la verdad sin renunciar a la justicia. No se centra en la venganza y el castigo, sino en la idea de “justicia restauradora”, un principio usado por el arzobispo Desmond Tutu para describir la transición de Sudáfrica a un gobierno de mayoría después del apartheid. El modelo colombiano de justicia transicional reconoce que el único modo de lograr la reconciliación nacional es reparar y revitalizar las comunidades rotas por la larga y despiadada guerra.

Es decir que en este modelo se prioriza a las víctimas, más que en cualquier otro proceso de paz de los últimos años. En las negociaciones en La Habana también participaron delegaciones de las víctimas y se reunieron con la dirigencia de las FARC, responsable de tantas pasadas atrocidades.

Parece que para la adopción de esta innovadora metodología, fue importante el aporte de una subcomisión de temas de género que analizó propuestas de organizaciones no gubernamentales representantes de los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBT. El gobierno también tuvo el buen tino de crear una subcomisión especial para examinar la historia del conflicto, ya que a menudo el desacuerdo sobre el pasado es un obstáculo insuperable a la paz y la reconciliación.

Ahora la atención deberá centrarse en la política interna colombiana, porque los procesos de paz son vulnerables a la opinión pública. Mientras la guerra a menudo une a los países, la paz tiende a dividirlos, porque demanda concesiones y sacrificios inevitables. La paz tiene un precio, y es común el desacuerdo respecto de quién debe pagarlo. Para un líder democrático, negociar la paz es (perversamente) más arriesgado que librar la guerra.

Esto vale especialmente para los procesos de paz asimétricos entre gobiernos elegidos democráticamente y actores no estatales que no rinden cuentas a nadie y no tienen que pensar en las próximas elecciones, los partidos políticos opositores, la prensa o el escepticismo de la opinión pública. Pero a pesar de estas enormes restricciones, el gobierno de Santos nunca se alejó de los procedimientos democráticos correctos. Tuvo en cuenta propuestas de asambleas populares de todo el país, y mantuvo la transparencia en todo el proceso.

Santos superó obstáculos formidables, y el próximo será un plebiscito en octubre, en el que ojalá el pueblo colombiano reconocerá que su país le dio a un mundo atravesado por conflictos un nuevo modelo para la paz. La comunidad internacional debe tomar nota y ayudar a Colombia en la difícil transición que le espera durante la implementación de políticas adaptadas al nuevo acuerdo. La etapa posterior al conflicto no será menos demandante que el proceso de paz mismo.

Shlomo Ben Ami

Vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz

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Artículo de Miguel García. Universidad de los Andes

El Observatorio de la Democracia es un centro académico de investigación y de análisis de opinión pública y de comportamiento político y social que pertenece a la Universidad de los Andes, Bogotá. Desde hace más de una década, el Observatorio está a cargo del Barómetro de las Américas, encuesta de opinión pública que se realiza en veintisiete países del continente americano, bajo la coordinación de la prestigiosa Universidad estadounidense de Vanderbilt, Nashville, Tennessee. Este estudio se desarrolla gracias al apoyo de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

Incluimos, dentro de esta serie de artículos, el escrito por el codirector del Observatorio, Miguel García Sánchez, que hace un interesante análisis de los retos de la participación política de las Farc en el postacuerdo.

Los retos de la participación política de las Farc en el posacuerdo

MIGUEL GARCÍA _ JUN 30 (1 de 2)

Cuando la desmovilización definitiva de las Farc empieza a verse como una realidad cercana se hace inevitable pensar en los desafíos que enfrentaremos cuando la fase de negociación quede atrás. Uno de esos retos tiene que ver con lo que se ha llamado ‘la participación política de las Farc’; es decir, la trasformación del grupo insurgente en uno más de los jugadores de la competencia política democrática. Desde mi punto de vista, ese proceso de transformación supone desafíos tanto para la sociedad y el Estado colombianos, como para las mismas Farc.

Desde el punto de vista de la sociedad colombiana, el principal reto es la aceptación de las Farc como un actor político. Si bien los datos de opinión pública, recopilados por el Observatorio de la Democracia de la Universidad, muestran que más del 60 % de los colombianos apoyan una salida negociada al conflicto armado, también indican que a los colombianos les cuesta mucho trabajo pensar que una organización insurgente deba hacer el tránsito a partido político. A 2014, sólo el 22 % de los colombianos aprobaba que el gobierno diera garantías para la participación política de las Farc y apenas el 18 % aceptaba que los desmovilizados de esta organización formaran un partido político. La opinión pública necesita descifrar la negociación con las Farc no como un acuerdo tendiente a la desaparición de esta organización, sino como un proceso de transformación de un actor político ilegal en uno más de los competidores políticos.

El segundo desafío, el cual compete principalmente al Estado colombiano, es el de la seguridad del nuevo partido político. A pesar de los evidentes avances en seguridad experimentados por Colombia en los últimos años, hacer oposición política en nuestro país sigue siendo una actividad muy peligrosa. Si a eso se suman los resentimientos de muchos sectores sociales y políticos hacia las Farc, el panorama de la participación política de los desmovilizados de esa organización es bastante sombrío. Ante esa situación el Estado colombiano tiene la difícil tarea de generar las garantías de seguridad que eviten un nuevo desangre como el experimentado por la Unión Patriótica.

Desde la perspectiva de las Farc, el principal reto tiene que ver con la superación de lo que esa organización representa ante la sociedad colombiana. A diferencia de otros grupos insurgentes, como el M-19, que gozaban de aceptación entre algunos sectores de la sociedad colombiana y consecuentemente lograron ser exitosos electoralmente en los 90, las Farc son probablemente la organización con la peor reputación ante la opinión pública colombiana. Aunque eso no es sorprendente a la luz de los crímenes cometidos por esta guerrilla en más de 50 años de actividad insurgente, es el principal escollo que debe resolver si quiere tener alguna relevancia política en el futuro. Algunos experimentos que hemos realizado en el Observatorio de la Democracia dan cuenta de lo que se podría llamar la ‘maldición de las Farc’. Cuando les preguntamos a los encuestados si aceptaban, “como algunos han propuesto”, que se reserven curules en el Congreso para las regiones más afectadas por el conflicto, 44 % de los entrevistados dio una respuesta positiva. Sin embargo, cuando preguntamos lo mismo, pero asociamos la propuesta con las Farc, sólo el 31 % de ellos lo aceptó.

En síntesis, el éxito de la transformación de las Farc en un nuevo actor político supone al menos tres retos: la aceptación por parte de la ciudadanía de que quienes hoy dirigen las Farc no desaparecerán del panorama nacional; la protección, por parte del Estado, de la integridad física de los nuevos protagonistas políticos; y la superación del estigma Farc.

Miguel García Sánchez

Codirector del Observatorio de la Democracia

Universidad de los Andes

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Artículo de Ramón Jáuregui. Parlamento Europeo

La Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana (EuroLat), presidida por parte europea por Ramón Jáuregui, es la institución parlamentaria de la Asociación Estratégica Birregional, establecida en junio de 1999 en el marco de las Cumbres UE-ALC entre la Unión Europea, América Latina y el Caribe. Creada en 2006, EuroLat adopta y presenta resoluciones y recomendaciones a varias organizaciones, instituciones y grupos ministeriales responsables del desarrollo de la Asociación Estratégica Birregional.

Ramón Jáuregui, que participó en el III Foro Colombia-Unión Europea: Mirando al Futuro que la Fundación celebró en Bogotá (mayo de 2016), ha escrito para la Fundación Euroamérica el artículo “No hay Paz sin perdón” para incluirlo en este Especial sobre la Paz de nuestro Forum Noticias.

No hay Paz sin perdón

R. JáureguiEl presidente colombiano, Juan Manuel Santos, repite un par de ideas que yo mismo también considero claves para que un proceso como éste tenga éxito.

La primera de esas ideas es que, por desgracia, la justicia perfecta no permite la paz. Un acuerdo de paz como el que está consumando Colombia requiere que ambas partes cedan algo. Lógicamente, ni el Gobierno admitiría un acuerdo de paz sin entrega de armas por parte de la guerrilla, ni los guerrilleros estarían dispuestos a deponerlas a cambio de nada.

Es comprensible que una parte importante de la ciudadanía colombiana desee que quienes usaron la violencia durante décadas lo paguen caro. Sin embargo, el precio de lo que podríamos llamar una aplicación estricta de la justicia a los guerrilleros sería muy probablemente la continuación del conflicto. Como bien dice Santos, un momento histórico como el que está viviendo Colombia sólo puede afrontarse buscando el mejor equilibrio posible entre justicia y paz, para lo cual se requieren dosis elevadas de realismo.

La necesidad de hacer concesiones me lleva a la segunda de las ideas en las que insiste Santos: la generosidad de las víctimas. Dicho de otro modo, no hay paz si no perdonamos. En una entrevista al diario El País, el presidente colombiano encomiaba la actitud de las personas que más han sufrido a causa del conflicto y decía de ellas que, con su disposición a perdonar, han dado una gran lección de vida al país entero. Por el contrario, los sectores sociales más reacios a la firma del acuerdo de paz son aquellos que menos directamente han sentido en su vida las consecuencias del conflicto.

De hecho, el mapa del apoyo o el rechazo al acuerdo de paz tiene líneas sociológicas, incluso geográficas bastante nítidas. Por un lado encontramos a la clase media y alta de las zonas urbanas – las élites de las ciudades, como el propio Santos les llama- que desde hace años notan muy poco el impacto del conflicto; menos aún cuanto más acomodado es el barrio. Este conjunto de población es la más reacia a la firma del acuerdo, y la más proclive a votar NO en el referéndum del próximo 2 de octubre.

Por otra parte encontramos a la población rural y a las clases más populares, especialmente las que habitan en el campo, la selva o las zonas menos favorecidas de algunas ciudades. En esos territorios la presencia de las FARC ha sido -y en algunos casos, sigue siendo- evidente, y son sus pobladores quienes acumulan el mayor número de víctimas y estragos personales y materiales. Sin embargo, son precisamente esos sectores sociales y esas regiones geográficas quienes apoyan el acuerdo de paz de forma más decidida… Aunque ello suponga la aceptación de una justicia transicional que no les resarcirá completamente de sus pérdidas.

¿Cómo explicar que demuestren mayor generosidad quienes más legitimados están para pedir cuentas a los violentos? Probablemente la respuesta es tan sencilla como humana: las víctimas no quieren seguir sufriendo. No quieren otro año, u otra década más de guerra. Desean para ellos mismos y para sus hijos una Colombia en paz, y a cambio de la paz están dispuestos a tolerar una justicia imperfecta, menos completa de lo que ellos sin duda merecen.

A veces, lo mejor es enemigo de lo bueno, y lo perfectamente justo puede desembocar en la mayor de las injusticias. Y nada provoca tanta injusticia como la prolongación de una guerra.

Ramón Jáuregui Atondo

Diputado del Parlamento Europeo

Co-Presidente de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana

 

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Artículo de Carlos Vogeler. Organización Mundial del Turismo

En la asamblea general de la Organización Mundial del Turismo (Medellín, 2015), el Secretario General de la OMT, Taleb Rifai, anunció el respaldo de la institución al proceso de paz entre el Gobierno y las Farc con estas palabras “Sólo las personas valientes pueden asumir un reto tan grande como buscar la paz. El sector del turismo le agradece ese compromiso”.

Desde entonces, diferentes personalidades dentro de la OMT han mostrado su apoyo al proceso de paz, como es el caso de Carlos Vogeler, Director Ejecutivo de Relaciones con los Miembros, quien participó en el III Foro Colombia-Unión Europea (Bogotá, 26 y 27 de mayo de 2016) de la Fundación Euroamérica. Carlos Vogeler ha tenido la amabilidad de escribir para la Fundación unas líneas sobre su visión del acuerdo de paz bajo el título  “Colombia, el futuro del turismo en un país de paz”.

Colombia, el futuro del turismo en un país en paz

Carlos VogelerNadie puede negar que las generaciones nacidas después de la Segunda Guerra Mundial han tenido la fortuna de vivir un periodo absolutamente fascinante de la historia de la Humanidad y que están siendo testigos de una impresionante transformación de nuestra sociedad. La globalización, la liberalización de los mercados y por supuesto las tecnologías de la información y la comunicación han cambiado radicalmente la forma de relacionarnos. Nunca una misma generación ha protagonizado tantas trasformaciones en un periodo tan corto de tiempo.

Si la primera mitad del siglo XX tuvo la desgracia de contar con dos grandes guerras mundiales, la segunda mitad del siglo y los comienzos del siglo XXI han seguido siendo testigos de un mundo convulso.

Superada la Guerra Fría, hemos visto el nacimiento de nuevos Estados, en algunos casos de forma sangrienta y en otros pacíficamente, pero no parece que hayamos sido capaces de construir un mundo que realmente sea capaz de vivir en paz, aceptando nuestras diferencias y enriqueciéndonos con ellas. Pareciera que nuestra sociedad se encuentre en una crisis de valores y principios y que todo se desmorona, acosada por la intolerancia, el extremismo, el fanatismo, las desigualdades y las injusticias.

En este contexto, el turismo ha crecido exponencialmente. De los 25 millones de llegadas internacionales por turismo en el año 1950 hemos pasado a  los 1.200 millones actuales, en lo que ya podríamos definir como la Era de la Movilidad, donde ningún lugar del planeta escapa a la curiosidad del visitante.

El turismo es uno de los sectores de más rápido crecimiento y más resilientes a todo tipo de crisis. Juega un papel especialmente relevante en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, fundamentalmente impulsando el crecimiento económico, la creación de empleo, el fomento de la cultura local y el estímulo del cambio hacia unas pautas de consumo y producción más sostenibles.

Pero quizás, aún más importante que sus aportaciones económicas, el turismo nos ofrece un vehículo para la paz. Conecta directamente a las personas de distinta raza, cultura, religión y formas de vida. Conecta como ningún otro sector puede hacerlo a los visitantes con las poblaciones receptoras, y les ayuda a aceptar sus diferencias, a respetarse y a conocerse mejor.

También ofrece a las comunidades un espacio para valorar su lugar en el mundo, su entorno, sus culturas y tradiciones. Se trata de un proceso que contribuye a la autoestima, algo especialmente importante para aquellos que han sido víctimas de cualquier tipo de conflicto.

En la ceremonia de apertura de la Asamblea General de la Organización Mundial del Turismo en Medellín en 2015, el Presidente Juan Manuel Santos dijo: “la paz se construirá desde el turismo y para el turismo”. Los participantes de la Asamblea venidos de todos los rincones del mundo fueron testigos de lo que la paz consiguió en la transformación de una ciudad como Medellín.

Colombia es un país de extraordinarios atractivos: su cultura, su naturaleza, sus paisajes, su gastronomía, su folclore y por encima de todo su gente. Un país abierto, alegre y acogedor que siempre apostó fuertemente por el turismo y que lo hizo, incluso haciendo frente a los grandes retos de la seguridad.

Hoy día Colombia se presenta en la comunidad turística internacional como un país moderno, que mira hacia el futuro con el optimismo de poder dejar atrás tantos años de violencia y donde la justicia pueda traer la reconciliación. En definitiva, un país en paz que se abra al mundo y donde la totalidad de su territorio pueda ser visitado sin temores. Donde las comunidades locales encuentren en el turismo una forma de vida que les traiga la prosperidad, la sonrisa, el bienestar, la dignidad y el orgullo de lo mucho que tienen que ofrecer al visitante, quien se convertirá en un Embajador de la paz.

Cuando queremos dejar atrás un conflicto y pasar página encontramos en el turismo ese gran aliado que nos ayuda a suprimir barreras, construir puentes y ofrecer grandes oportunidades de prosperidad a las comunidades locales, favoreciendo la integración social.

Del mismo modo que no puede haber turismo sin paz, el turismo contribuye a preservar y fortalecer esa paz, y eso es justamente lo que estamos seguros que sucederá en Colombia en esta nueva etapa de su historia.

Carlos Vogeler Ruiz

Director Ejecutivo

Organización Mundial del Turismo

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Desayuno-coloquio con Francisco Fonseca

Director General Adjunto de Justicia y Consumidores de la Comisión Europea. 

Presentado por Rafael Catalá.  Ministro de Justicia en funciones

7 de septiembre de 2016 (más…)

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Forum Noticias-23

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El próximo 26 septiembre tendrá lugar en Cartagena de Indias la firma formal de la paz entre el gobierno colombiano y las FARC, poniendo así fin a 52 años de guerra. Este hecho histórico, anunciado por el Presidente Juan Manuel Santos, ha de ser refrendado por el pueblo de Colombia por medio de un plebiscito anunciado para el próximo 2 de octubre. En caso positivo, comenzaría el período de postconflicto, no exento de dificultades y retos, pero con firme determinación por parte de los firmantes del acuerdo y que cuenta con el apoyo internacional.

La Fundación Euroamérica, siempre al lado del gobierno colombiano (el 26 y 27 de mayo tuvo lugar en Bogotá nuestro III Foro Colombia-Unión Europea: Mirando al Futuro), apoya firmemente este proceso y celebra la firma del Acuerdo dedicando este número especial de su Forum Noticias a este transcendental acontecimiento. Relevantes personalidades de ambos lados del Atlántico escriben unas líneas sobre el Acuerdo de Paz, desde sus diferentes ópticas. Tras los artículos, y siguiendo nuestro formato habitual, encontrarán información sobre nuestras últimas actividades.

 Artículos acerca de la Paz en Colombia

  Otras Actividades de la Fundación Euroamérica                                                           Julio-Septiembre de 2016

La Fundación Euroamérica no se hace responsable de las opiniones manifestadas en los diferentes artículos de opinión recogidos en las distintas secciones del sitio web.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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