Durante décadas, los programas de cooperación de la UE pusieron el foco en los países con un menor nivel de desarrollo, contribuyendo en algunos de ellos de la región a la reducción de sus altas cotas de pobreza, situándose entre los países de renta media. La realidad actual, agravada con las consecuencias de la crisis de la Covid-19, identifica unos desafíos que son comunes a ambas regiones y que requieren avanzar en el multilateralismo.

Cuando estalló la crisis de la Covid-19, la mayoría de los países de América Latina y el Caribe se encontraban en un contexto de bajo potencial de crecimiento, altas desigualdades y creciente descontento social. A pesar de las drásticas medidas tomadas por los gobiernos para frenar la pandemia, para abordar el impacto de esta crisis de en la región es vital una respuesta global coordinada.

Más allá de esta crisis, los retos, identificados en la Agenda 2030 y los ODS, son ahora mucho más complejos, multidimensionales y compartidos. Por ello la UE debe visualizar a América Latina – con la que comparte una historia, cultura, valores y principios democráticos – como un socio estratégico a través de una cooperación más ambiciosa e innovadora para crear agendas comunes que vayan de la mano en los foros internacionales y que den respuesta a los retos globales.

En este objetivo multidimensional, la consolidación de las asociaciones público-privadas y la cooperación entre instituciones públicas, privadas, empresariado y sociedad civil es esencial ya que multiplica los resultados.

A medio plazo, esta crisis mundial provocada por la Covid-19 debe ser una oportunidad para buscar en la economía verde, la economía circular y la transformación digital los motores para salir de ella con economías más robustas, diversificadas e inclusivas, así como con democracias más justas y más seguras y con un nuevo pacto social, con sistemas de protección social más fuertes, mejoras en el sistema de salud, finanzas públicas más sólidas e inclusivas e implementación de estrategias de desarrollo inclusivo.

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Durante décadas, os programas de cooperação da UE centraram-se em países com menor nível de desenvolvimento, contribuindo, nalguns deles, para a redução dos seus elevados níveis de pobreza, passando a situar-se entre os países de rendimento médio. A realidade atual, agravada pelas consequências da crise da Covid-19, identifica alguns desafios comuns às duas regiões, que exigem avanços no multilateralismo.

Quando estalou a crise da Covid-19, a maioria dos países da América Latina e do Caribe encontrava-se num contexto de baixo potencial de crescimento, elevadas desigualdades e crescente descontentamento social. Apesar das medidas drásticas tomadas pelos governos para conter a pandemia, para enfrentar o impacto desta crise na região é vital uma resposta global coordenada.

Além dessa crise, os desafios, identificados na Agenda 2030 e nos ODS, são agora muito mais complexos, multidimensionais e compartilhados. Por isso, a UE deve olhar para a América Latina – com a qual partilha uma história, cultura, valores e princípios democráticos – como um parceiro estratégico, com o qual deve estabelecer uma cooperação mais ambiciosa e inovadora, para a construção de agendas comuns que andem de mãos dadas nos fóruns internacionais, respondendo aos desafios globais.

Neste objetivo multidimensional, a consolidação de parcerias público-privadas e a cooperação entre instituições públicas, privadas, empresas e sociedade civil, é essencial, uma vez que  multiplica os resultados.

No médio prazo, esta crise global provocada pela Covid-19 será uma oportunidade para procurar na economia verde, na economia circular e na transformação digital os motores para sair dessa crise com economias mais robustas, diversificadas e inclusivas, bem como com democracias mais justas e mais seguras, com um novo pacto social, com sistemas de proteção social mais fortes, melhorias no sistema de saúde, finanças públicas mais sólidas e integradoras e a implementação de estratégias de desenvolvimento inclusivas.